La vida es bella, pero también es corta! Y cuando alguien se adelanta a la casa del Padre, reflexionamos sobre cuán frágiles somos. El viernes pasado me enteré del fallecimiento del gran Harold Baquet, ícono de la fotografía en nuestra Alma Mater en la Universidad de Loyola, New Orleans. Hace exactamente un año, Dios nos permitió nuevamente cruzar caminos durante la Reunión de Egresados. Después de 20 años de haber estado en las aulas, me pareció que el tiempo no había transcurrido; su alegría era siempre la misma!
La pasión de Harold está plasmada en cada fotografía! Cuando me enteré de su lucha de años contra el cáncer, me sorprendió seguir viendo en su rostro, la alegría y esperanza que a muchos nos hace falta. Cuando vemos personas con esta entereza y valentía, no podemos dejar de pensar en lo que realmente es importante: los frutos, la huella que dejamos marcada en la vida de otros. Este es un privilegio de los fotógrafos. Pocas profesiones nos permiten compartir momentos especiales con otros, incluso desconocidos, especialmente si se trata de momentos irrepetibles, de ocasiones que se atesoran por siempre. No tengo duda que Harold capturó muchos momentos importantes. ¡A través de sus fotografías, muchos recuerdan que la vida vale la pena vivirse!
Más de una vez, me detuve a observar a Harold durante el desayuno de cierre de nuestra Reunión de Egresados, y nunca olvidaré su entrega al capturar cada momento! Al verlo, pensé en el sufrimiento que a veces tengo como fotógrafa amateur, el cual se resume en no formar parte de las fotografías que tomamos, así que me atreví a capturar algunos momentos de ese desayuno realizado en el "Audubon Tea Room", hace exactamente un año. Más de una de mis fotos fue para Harold Buquet.
Nadie igualará su lente! Nadie tendrá su misma luz!
¡El cielo está de fiesta! ¡Descansa en paz querido amigo!
Fotografías de Irina Orellana, Alumni 1994.
Loyola University Reunion.
New Orleans, Junio 2014.
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